viernes, 28 de diciembre de 2012

Música: "Cuerpo. Canciones a partir de Mariano Ferreyra"


Leemos:
–¿Por qué se llama Cuerpo?
–Hay una frase de Spinoza que dice “Nadie sabe lo que un cuerpo puede”. Es poco lo que muere de un cuerpo como el de Mariano, que vivió convidándose. En eso, los asesinos son bastante torpes: creen que eliminar físicamente basta, pero desconocen que la memoria y la rebelión se multiplican. A la vez, la idea de “poner el cuerpo” terminó de darle forma al proyecto. Pasamos por muchas discusiones y nos pareció que una palabra tan clara y tangible era lo mejor.
(la entrevista completa acá
Escuchamos el disco acá

Recomendamos:

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Liborio Justo y la fotografía (*)


"¡Abajo el imperialismo!"
1936. Roosevelt visitó Buenos Aires para inaugurar la Conferencia Interamericana para la Consolidación de la Paz. Era el primer presidente estadounidense en visitar la Argentina y fue recibido en el Congreso de la Nación por el entonces presidente el general Agustín P. Justo. Pero la ceremonia fue interrumpida cuando Liborio Justo, hijo del presidente, gritó "¡Abajo el imperialismo!". En su autobiografía -Prontuario, escrita en 1936- relata este episodio que le otorgó un reconocimiento y un respeto en la militancia de izquierda durante décadas:
Con vistas a un conflicto mundial próximo, y con el fin de regimentar y someter eficazmente a todas las repúblicas de la América Latina, que el imperialismo yanqui considera su esfera do acción exclusiva, el presidente Roosevelt había convocado dicha Conferencia que, bajo el rótulo de "consolidación de la paz", sólo tenía en vista la guerra y la esclavización, cada día mayor, de nuestros países. Era una nueva trama urdida sobre la "ingenuidad sudamericana”, una nueva farsa de la que, concientes o no, se hacían cómplices todos los gobiernos latinoamericanos, cuyos ministros de Relaciones Exteriores, embajadores y demás séquito, iban a concurrir, en su totalidad, a Buenos Aires. Hasta el propio presidente de los Estados Unidos llegaría en uno de sus barcos de guerra, acompañado, también, por sus ministros, generales, almirantes y asesores. Nunca se había hecho una reunión más importante y espectacular en la América Latina y nadie se levantaba para poner en descubierto esa tremenda confabulación que tenía por fin aherrojar a nuestros pueblos. Las "fuerzas vivas" expresaron su adhesión, así como el Rotary Club. La Federación Universitaria Argentina apoyaba. Los liberales aplaudían. Los "socialistas", con su alma de felpudo, estaban, como siempre, a los pies del imperialismo. Y hasta los propios partidos "comunistas", siguiendo las directivas impartidas desde Moscú, habían descubierto ahora que Roosevelt no era más el "agente de Wall Street", sino "el presidente democrático de la gran democracia del Norte", ¡y se aprestaban para ir a recibirlo al puerto con ramos de flores! ¡Así esta ralea despreciable y hedionda, bajo las supuestas banderas de la revolución de Octubre, traicionaba los intereses históricos de los pueblos latinoamericanos!'.
¿Qué hacer? ¿Podría quedar impasible y callado mientras ese gigantesco complot se consumaba, sabiendo yo su secreto y su significado? ¡¡Nunca!! Mi bárbaro orgullo no podía soportar tamaña afrenta.
Y cuando llegó el momento, el día de la solemne inauguración de la extraordinaria Conferencia, en el instante mismo en que iba a decir su mentira el presidente de los Estados Unidos, por mí voz condenatoria, que resonó con toda su fuerza desde una galería del recinto del Congreso Nacional —donde se realizaba el acto—, y se escuchó claramente por radiotelefonía en todos los ámbitos del continente, sentí que se expresaban ciento cincuenta millones de latinoamericanos que algún día habrán de repetir el gesto por otros medios.
Tres palabras bastaron, entonces, para expresarlo todo; " ¡¡Abajo el imperialismo!!" Y la brillante ceremonia, por u n instante, se vio interrumpida.
Fui violentamente detenido y conducido al Departamento Central de Policía. Ignoraba qué se haría conmigo, aunque había ido dispuesto a todo.”
Liborio Justo (Quebracho), Prontuario. Una autobiografía, Ediciones Gure, Bs. As., 1956, p. 190-192. Esta edición corresponde a la segunda, la primera edición es del año 1940. En 2006 Ediciones B reeditó la obra junto a La Tierra Maldita, una serie de cuentos publicada originalmente bajo el seudónimo de Lobodón Garra. 
Testigo de una época
Bourke-White, Afectados por las inundaciones. Louisville, Estados Unidos. 1937.

En la vida política de Liborio Justo -que podemos decir que empieza públicamente con el incidente con Roosevelt- fueron determinantes sus viajes, en especial sus viajes a Estados Unidos. 
En 1934 realizó el tercero, donde vio las terribles consecuencias sociales que trajo la crisis del '30:
“Se vivía entonces en los Estados Unidos en una atmósfera de duda, de desanimación, de incertidumbre y de revuelta tal, que por un momento llegué a creer que habría de ser espectador de una revolución en ese país. Para mí, que había conocido aquella sociedad anteriormente, con su atmósfera de prosperidad, de éxito, de satisfacción e ilimitada confianza en sí misma, esa situación me resultaba inaudita y me conmovía profundamente. Nueva York daba la impresión de una cuidad en ruinas.
(…)
Por todas partes flotaba la más dramática sensación de derrumbe y tragedia, mientras las zonas centrales se veían diariamente conmovidas por grandes manifestaciones de personas sin trabajo llevando letreros en los que pedían vestidos y alimentos, en tanto que huelgas continuas y violentas paralizaban gran parte de las actividades de la ciudad y por las esquinas solo parecían verse mendigos y hambrientos.”
Liborio Justo (Quebracho), op. cit., p. 151-152.
Vivió en la zona de la Union Square, lugar de concentración de trabajadores y de la izquierda norteamericana, combinando la venta del Daily Worker (el periódico del PC) en el Harlem con la fotografía.
Cuando ví toda esa catástrofe, desocupados, miseria, inmediatamente sentí la necesidad de fotografiarlo todo. Nadie me iba a creer lo que estaba viendo” afirmó en una oportunidad. 
Las fotografías de Justo recuerdan a las de Dorothea Lange o Margaret Bourke-White, quienes también documentaron esos años convulsivos. Inclusive, Justo se adelantó a las fotografías sacadas en el marco de los proyectos de asistencia que impulsó Roosevelt, y logró grandes imágenes sin técnica ni estudio previo.
De la mano de una Voigtländer fue retratando las postales que había dejado la crisis: largas colas de desocupados en contraste con los modernos edificios de Manhattan, mitines obreros versus carteleras de reclutamiento en el ejército.
Las fotografías durmieron 5 décadas hasta que se organizó una exposición en París (Mónica, su hija, relata acá la historia de las fotografías). En el transcurso de esas décadas Liborio Justo -alias Lobodón Garra, alias Quebracho- se convirtió en un político trotskista y participó en el inicio de las primeras organizaciones. Posteriormente rompió con el trotskismo con argumentos y acusaciones estrafalarias pero sin renegar del marxismo y de la militancia revolucionaria.
Más allá de sus errores cometidos y de las diferencias que se pueden señalar, Liborio Justo fue parte del movimiento trotskista desde sus inicios en Argentina, una tradición que es necesaria visitar y revisitar de tanto en tanto. 

A continuación, una selección de fotografías:


Activistas de la AFL (American Federation of Labour)




"Defienda al Soviet" se alcanza a leer.



"De una mano, vecino."

Para ver el resto de las fotografías click acá (es además una página muy buena para acercarse a la vida y obra de Liborio Justo) 



(*) post dedicado a la chica que me persigue y cega con su flash.

martes, 25 de diciembre de 2012

Entre la paciencia y la audacia


Lenin planteaba que en ciertos momentos las mejores tres cualidades que puede tener un revolucionario son "paciencia, paciencia y más paciencia". Mientras que en otras circunstancias las tres virtudes son "audacia, audacia y más audacia". ¿Paciencia y audacia para qué?
Paciencia y audacia ligadas dialécticamente a los tiempos de la lucha de clases, a los avances y retrocesos de la clase obrera, a los flujos y reflujos, al ataque y a la defensa. Paciencia y audacia, también, en la construcción de un partido revolucionario.
Paciencia para saber retroceder ordenadamente junto a la clase obrera. Para reagrupar fuerzas para resistir los embates -físicos y morales- de la reacción, y esperar el momento adecuado para retomar la ofensiva. Paciencia que para el partido no significa pasividad sino que es el momento para templar a los cuadros, el momento de sacar lecciones.
Audacia para no desaprovechar el próximo ascenso, reorganizando el partido a una nueva escala que no le permita quedarse aislado -sin oportunismos ni sectarismos- de las masas. Audacia para poner a la ofensiva las ideas revolucionarias. Audacia para vencer.